miércoles, 2 de abril de 2025

Después del juicio

Después del juicio final, el viaje al cielo y al infierno se hace en contingentes, de acuerdo a ocupaciones, afinidades, aficiones, y otras normas de agrupación. En un minibús van los ex jurados de concursos de microcuentos. Como han salido airosos del interrogatorio, van cantando, contando historias, felices de tener la eternidad por delante. Al llegar al Destino, son ingresados en un inmenso salón blanco, alumbrado por el Sol. Los recibe Dios en persona, con una amplia sonrisa bordada por su larga barba. Y dice Dios: Pero si aquí llegan mis queridos miembros del Jurado, cómo la lleváis, amigos? Como os han contado en el Juicio, habéis sido bondadosos en vida. Habéis dado sobradas pruebas de generosidad, de amistad, de amplitud de miras y de otras muchas humanas cualidades. Habéis actuado con probidad, con sinceridad, con total honestidad.

Sin embargo, amigos, no se os ha anunciado que habéis cometido un pecadillo: una especial y obsesiva predilección por los finales sorpresivos, y sabido es (aquí se sabe), que el final sorpresivo está más cerca del vicio que de la virtud. Más cerca del engaño que de la iluminación. Quizá no lo veáis así, y lo respeto, la literatura es materia opinable. Pero aquí la ley es una sola: darle a cada quien su propia medicina. Por eso debo deciros, mis queridos miembros del jurado, que nos soy Dios, soy Satanás.

Fabián Vique

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jueves, 27 de marzo de 2025

El mundo

Dios todavía no ha creado el mundo; sólo está imaginándolo, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso.

Augusto Monterroso

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viernes, 21 de marzo de 2025

Las muertes de Wilbor Wagner

¿Qué pasaría si alguien llama a la puerta de tu casa y resulta que la persona que llama desde el exterior eres tú, que estás dentro?

Eso fue lo que le pasó a Wilbor Wagner una gélida noche de invierno se 1898, en Junean, en el estado de Alaska. Estaba en bata en el cálido salón de su casa, sentado gozoso en la mecedora mientras afilaba los cuchillos de caza, cuando sintió que alguien llamaba a la puerta. Al abrir, como se ha dicho ya, Wilbor descubrió que era él, el propio Wilbor, quien estaba en el umbral tiritando, precariamente vestido, con restos de nieve sobre los hombros, los viejos zapatos y el gorro de piel. Su desconsolado abrigo presentaba tantos agujeros como un queso de Gruyere; era como si el fiero viento de los últimos días se lo hubiera comido a dentelladas. Seguramente uno de esos buscadores de oro, un fracasado, pensó Wilbor de Wilbor al tiempo que el segundo se frotaba las manos avejentadas por el frío en un intento de entrar en calor.

Wilbor, incorregible egoísta, denegó al pobre Wildor la menor hospitalidad aun a sabiendas de que eran la misma persona. Por más que insistió el humilde Wildor en que le permitiera pasar la noche bajo techo, o que al menos le diera un tazón de caldo caliente que echarse al estómago, el altanero y cicatero Wilbor se negó en rotundo. Después de despacharle sin el menor miramiento –lo hizo con energía pero con suma tranquilidad, ni siquiera se sacó las manos de los bolsillos de la bata-, Wilbor regresó a su mecedora mientras Wilbor, la cabeza gacha y el hatillo a la espalda, enfilaba el camino de El Sedero de los Ciervos en dirección a la iglesia de san Miguel. Allí a lo mejor podrían socorrerle. No tuvo suerte: minutos después, Wibor caía exhausto y aterido sobre la nieve para no levantarse nunca más. Alguien que pasaba por la zona, al ver el cadáver, se hizo una señal en la frente  en forma de cruz y siguió su camino.

Cuando la asistenta regresó a la mañana siguiente a la casa de Wilbor Wagner, encontró a su patrón muerto en la alfombra del cálido salón. El doctor Joel Fleischman dictaminó que el señor Wilbor Wagner había muerto de frío junto a la chimenea encendida,

Francisco Rodríguez Criado

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sábado, 15 de marzo de 2025

 Gran final

El viejo literato dijo a la muchacha que en el momento de morir él quería tener un último recuerdo de lujuria.

Adolfo Bioy Casares

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domingo, 9 de marzo de 2025

La indignación del chancho

Al Gualo le gustaban las sandías. A Mordiscón el chancho que estaban engordando en su casa para matar en mayo, también. Después del almuerzo al Gualo lo mandaban con los restos de comida al chancho. Cuando llegaba al chiquero vaciaba dentro el balde con las sobras, pero antes sacaba las cáscaras de las sandías, y allí mismo se daba un festín, ante la mirada indignada del chancho.

Ernesto Bustos Garrido

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domingo, 2 de marzo de 2025

El Avestruz

A grito pelado, como un órgano profano, el cuello del avestruz proclama a los cuatro vientos la desnudez radical de la carne ataviada. (Carente de espíritu a más no poder, emprende luego con todo su cuerpo una serie de variaciones procaces sobre el tema del pudor y la vergüenza.)

Más de pollo, polluelo gigantesco entre pañales. El mejor empleo sin duda para la falda más corta y el escote más bajo. Aunque siempre está a medio vestir, el avestruz prodiga sus harapos a toda gala superflua, y ha pasado de moda sólo en apariencia. Si sus plumas “ya no se llevan” las damas elegantes visten de buena gana su inopia con virtudes y perifollos de avestruz: el ave que se le engalana pero que siempre deja la íntima fealdad al descubierto. Llegado el caso, si no se esconde la cabeza, cierra por lo menos los ojos “a lo que venga”. Con sin igual desparpajo lucen su liviandad de criterios y engullen cuanto se les ofrece a la vista, entregando el consumo al azar de una buena conciencia digestiva.

Destartalando, sensual y arrogante, el avestruz representa el mejor fracaso del garbo, moviéndose siempre con descaro, en una apetitosa danza macabra. No puede extrañarnos entonces que los expertos jueces del Santo Oficio idearan el pasatiempo o vejamen de emplumar mujeres indecentes para sacarlas desnudas a la plaza.

Juan José Arreola

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domingo, 23 de febrero de 2025

Te conozco mascarita

El humor y la timidez generalmente se dan juntos. Tú no eres una excepción. El humor es una máscara y la timidez otra. No dejes que te quiten las dos al mismo tiempo.

Augusto Monterroso

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martes, 18 de febrero de 2025

El sueño

Soñé que un niño me comía. Desperté sobresaltado. Mi madre me estaba lamiendo. El rabo todavía me tembló durante un rato.

Luis Mateo Díez

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martes, 11 de febrero de 2025

Nulla dies sine línea

-Envejezco mal –dijo- y se murió.

Augusto Monterroso

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martes, 4 de febrero de 2025

Aves de rapiña

¿Derruida sala de armas o profanada monástica? ¿Qué pasa con los dueños del libre albedrío?

Para ellos la altura soberbia y la suntuosa lejanía han tomado bruscamente las dimensiones de un modesto gallinero, una jaula de alambres que les veda la pura contemplación del cielo con el techo de láminas.

Todos, halcones águilas o buitres, repasan como frailes silenciosos su libro de horas aburridas, mientras la rutina de cada día miserable les puebla el escenario de deyecciones y de vísceras blandas. Triste manjar para sus picos desgarradores.

Se acabaron para siempre la libertad entre la nube y el peñasco, los amplios círculos del vuelo y la caza de altanería. Plumas remeras y caudales se desarrollan en balde; los grafios crecen, se afilan y de encorvan sin desgaste en la prisión, como los pensamientos rencorosos de un grande disminuido.

Pero todos, halcones o buitres, disputan sin cesar en la jaula por el prestigio de su común estirpe carnicera. (Hay águilas tuertas y gavilanes desplumados).

Entre los blasones impera el blanco purísimo del Zapilote Rey, que abre entre la carroña sus alas como cuarteles de armiño en campo de azul, y que ostenta una cabeza de oro cincelado, guarnecida de piedras preciosas.

Fieles al espíritu de la aristocracia dogmática, los rapaces observan hasta la última degradación su protocolo de corral. En el escalafón de las perchas nocturnas, cada quien ocupa su sitio por rigurosa jerarquía. Y los grandes de arriba, ofenden sucesivamente el timbre de los de abajo.

Juan José Arreola

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miércoles, 29 de enero de 2025

La vida en común

Alguien que a toda hora se queja con amargura de tener que soportar su cruz (esposo, esposa, padre, madre, abuelo, abuela, tío, tía, hermano, hermana, hijo, hija, padrastro, madrastra, hijastro, hijastra, suegro, suegra, yerno, nuera) es a la vez la cruz del otro, que amargamente se queja de tener que sobrellevar a toda hora la cruz (nuera, yerno, suegra, suegro, hijastra, hijastro, madrastra, padrastro, hija, hijo, hermana, hermano, tía, tío, abuela, abuelo, madre, padre, esposa, esposo) que le ha tocado cargar en esta vida, y así, de cada quien según su capacidad y a cada quien según sus necesidades.

Augusto Monterroso

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jueves, 23 de enero de 2025

Escribir

Escribir, escribir y escribir sin ton ni son es ejercicio de ablande. En cambio el psicoanálisis no, el psicoanálisis es ejercicio de hablande.

Luisa Valenzuela

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jueves, 16 de enero de 2025

Mi esquizofrenia

Mi esquizofrenia va de mal en peor: mi segunda personalidad dice que, como  no se lleva bien con la primera, se aliará con la tercera para mitigar su soledad. La primera, entre tanto, alega que, por más esfuerzos que hace, no logra congeniar con la segunda, razón por la cual formará alianza con la cuarta, habida cuenta de que si la tercera se lleva bien con la segunda, es imposible que se lleve bien con ella. Afortunadamente, me he podido mantener al margen de esta absurda disputa y no he sido involucrado en lo que, a todas luces, es una malsana maraña de incomprensiones.

Armando José Sequeira

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jueves, 9 de enero de 2025

El rinoceronte

El gran rinoceronte se detiene. Alza la cabeza. Recula un poco. Gira en redondo y dispara su pieza de artillería. Embiste como ariete, con un solo cuerno de toro blindado, embravecido y cegato, en arranque total de filósofo positivista. Nunca da en el blanco, pero queda siempre satisfecho de su fuerza. Abre luego sus válvulas de escape y bufa a todo vapor.

(Cargados con armadura excesiva, los rinocerontes en celo se entregan en el claro del bosque a un torneo desprovisto de gracia y destreza, en el que sólo cuenta al calidad medieval del encontronazo.)

Ya en cautiverio, el rinoceronte es una bestia melancólica y oxidada. Su cuerpo de muchas piezas ha sido armado en los derrumbaderos de la Prehistoria, con láminas de cuero troqueladas bajo la presión de los niveles geológicos. Pero en un momento especial de la mañana, el rinoceronte nos sorprende: de sus ijares enjutos y resecos, como agua que sale de la hendidura rocosa, brota el gran órgano de vida torrencial y potente, repitiendo en la punta los motivos cornudos de la cabeza animal, con variaciones de orquídea, de azagaya y alabarda.

Hagamos entonces homenaje a la bestia endurecida y abstrusa, porque ha dado lugar a una leyenda hermosa. Aunque parezca imposible, este atleta rudimentario es el padre espiritual de la criatura poética que se desarrolla en los tapices de la Dama, el tema del Unicornio caballeroso y galante.

Vencido por una virgen prudente, el rinoceronte carnal se transfigura, abandona su empuje y se agacela y se arrodilla. Y el cuerpo obtuso de agresión masculina se vuelve ante la doncella una esbelta endecha de marfil.

Juan José Arreola

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jueves, 2 de enero de 2025

La tortuga y Aquiles

Por fin, según el cable, la semana pasada la tortuga llegó a la meta. En rueda de prensa declaró modestamente que siempre temió perder, pues su contrincante le pisó todo el tiempo los talones.

En efecto, una diesmiltrillonésima de segundo después, como una flecha y maldiciendo a Zenón de Elea, llegó Aquiles.

Augusto Monterroso

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