miércoles, 12 de diciembre de 2012

Anabel



En realidad Anabel, estaba cansada de ir y venir de aquí para allá, su vida no estaba orientada hacia ningún punto, todo era igual, y lo que es peor, todo le daba igual.

Era tan rutinaria su vida que giraba como una noria, ni se esforzaba en que algo cambiara, si total “el asombro” ya se había ocultado de su vida, “la alegría” la espiaba de lejos, “las ilusiones” dormían sin el menor interés de despertar, ¿para qué?... si no podía permitirse ese lujo, aparte sabía de antemano que no lograría alcanzar su sueño, si es que tenía alguno, mientras que el reloj sonara a tiempo para cumplir con su empleo, ya con eso estaba bien, así pasaba su vida.

Una mañana, al salir para su trabajo, al cerrar la puerta sintió algo que hacía mucho no recordaba haberlo sentido, “la nostalgia” la visitó preguntándole, ¿Cuánto hace que nadie te despide?... ¡despedirme a mí!... ¿quién lo haría?... ¡ni el perro!... puesto que ni eso tengo, un perro que me ladre…se desentendió de ese sentir y corrió por las calles mojadas por la llovizna, llega a su empleo, saluda como todos los benditos días, se sienta frente a un ordenador y comienza su rutina, de pronto un alboroto se escucha y algunos gritos, se sobresalta y al querer pararse para correr como lo hacían los demás empleados, alguien la sujeta del cabello, siente un frío terrible en su nuca, y una voz muy grave le ordena que se quedara quieta, ¡¡no voltees!!... no debes mirarme, porque te mataré.

Los demás empleados observaban desde sus escondites, compadeciendo a su compañera, cuan grande fue su asombro cuando le escucharon decir, ¡apunta bien y dispara, pero hazlo ya!... hazme ese favor, ¿crees que me asusta morir?... ¡eres un cobarde mentiroso, amenazas y no cumples!... ¡hazlo cretino, pedazo de basura, dispara!...

¡No me provoque niña estúpida porque lo haré!... ante el estupor de todos, ella voltea quedando de frente al ladrón y le arroja a la cara el agua del florero, mientras gritando le decía, ¿crees que me asustas idiota?...

Mientras tanto las autoridades comenzaban a tomar cartas en el asunto, uno de los delincuentes, fue detenido, pero éste continuaba siendo desafiado por la niña, a la que él, la hacia ver como que era su rehén.

¡Cierra la boca, mujer!... continuaba dando órdenes el muy tonto, Anabel pone su mano sobre la mano del delincuente y sin tocar el arma, apunta a su cabeza ordenándole que dispare, ¡éste es el momento!... ¿Qué esperas?... preguntaba Anabel a viva voz, cuando él siente que esas frías manos le tocaron, quedó como detenido en el tiempo, sin reaccionar, tiempo que ganaron las autoridades para atraparlo.
Mientras lo esposaban no quitaba sus ojos de esa bella mujer llena de coraje.
Algunas personas se le acercan preguntándole si estaba bien, ella luego de responder que ¡Sí!... extendiendo su brazo hacia los guardarropas, toma su abrigo, se dirige a la puerta, obviamente tenían el resto del día libre, llega a la vereda, aun lloviznaba, respira profundo y comienza el camino de regreso a su hogar.
Abre la puerta y sin darse cuenta estaba tarareando una linda canción, se dirige al baño, carga la bañera con agua bien caliente, se desviste, recién allí reacciona, al verse en el espejo, ¡Cuánto hacía que no se miraba en él de cuerpo entero!... acomodando sus cabellos se mira detenidamente y ve una mujer diferente, extendiendo su brazo derecho levantando su dedo pulgar y señalando con el índice, suelta un ¡¡bum!!... sobre el espejo, luego se dice así misma, ¡si desafiaste a la muerte, bien puedes enfrentar a la vida!... sopló sobre su dedo como signo de que la anterior Anabel resurgía de entre las ceniza, cual ave fénix.

estrellafugaz 



domingo, 9 de diciembre de 2012

Mosca de mi tormento



  
Mil veces te he espantado de mi mano,
mas me resulta en vano.
 
Pesada hasta el agobio vuelves siempre,
eres impertinente.

Frotándote las alas repugnantes
vuelves a cada instante.

Más cochina, más sucia y más pringosa,
insistes asquerosa.

¿Qué podré hacer , mosca de mi tormento,
si vuelves al momento?

No respetas, pesado y rancio amor,
la paz de mi interior.

Como una oscura mosca maloliente
vuelves constantemente.

No escarbes mi memoria con tus patas
como las garrapatas.

¿Qué podré hacer de aquel amor ingrato
que me hizo tanto daño?

Olvida ya mi ser y mis contornos,
mosca de los demonios.

Si te da igual la miel que el excremento,
entiérrate en tu estiércol.

Félix

domingo, 2 de diciembre de 2012

El drama del desencantado



“…el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida”.

Gabriel García Márquez

lunes, 26 de noviembre de 2012

Por tonto






Dejé las rosas en la cocina y me acosté. Clara estaba de espaladas.
“Temo perderla –me dije- : el trabajo, los amigos… Desde mañana la colmo a detalles y empezamos de nuevo.”
Cuando desperté, Clara no estaba. La puerta, abierta. Salí y llegué hasta la piscina. Allí unas rosas se desteñían en el agua.

Félix

martes, 20 de noviembre de 2012

Una noche entre rubias




Será una noche llena de pasión,
entré en el local largo y oscuro,
los cuerpos de esas rubias me excitaron,
despacio ando hacia la barra del pecado.

Mi cuerpo y mí corazón están preparados,
será una aventura loca, toda una fantasía,
me acerco a ella, le agarro con mis manos,
su cuello esta frío, me abalanzo a su boca.

La beso, bebo de su saliba amarga y fría,
el vello se me pone de punta,
un escalofrío recorre toda mi tripa,
desde mi cuello, hasta el ombligo ¡fuua!

Los dos estamos bien calientes ya,
pienso ir a por todas, soy todo vuestro,
le digo “presentarme a vuestra amiga”
Quiero más... ella se va con el camarero.

-¡Disculpa! antes de irte ¿como te llamas?
-Estrella.
-¿y tu amiga?
-Voll-Dam.


Esta ha sido una noche, de aquellas que apetecen, unas buenas cervezas.

Tigre.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Pasado que no olvidasteis y que pagaréis en el futuro


Se creen salvadores de la tierra, se creen dioses del planeta, sobra tinta para ahogar vuestras penas, sobra tiempo para que os pudráis con letras. Ponte detrás del cristal trasparente y no dejes el espejo empañado tristemente. Andáis, voláis, soñáis, ignoráis ¡acaso os creéis algo con vuestras piernas de perdiz! Mira, por allí van dos fantasmas, sus ojos hablan de lo que recogen por el suelo sus sucias y agrietadas uñas. Sin cerebro y sin aliento andáis muertos en vuestro infierno. Grujidos, vales, burbujas sin protección en el interior del rascacielos. Reír, llorar, arrancar el cuero fundido de la piel de vuestro trasero. Brinden, canten, por los que estuvieron y no viven en un triste mar petrolero. Caricias de hielo, fiestas, coches, vulgares, prepotentes, apestáis en vuestro vientre... Cenizas de falsos deseos caen secas en vuestros asquerosos y malolientes ombligos. Saltad, rezad, añorad, anhelad, maltratad y disfrutad todo lo que podáis hasta que venga el ángel del infierno y os haga pagar, ya veréis como aprenderéis a respetar.

Nadie quiere ser como vosotros.

Tigre.



viernes, 9 de noviembre de 2012

LA SUSTITUTA





El hombre que tiraba los cuchillos había tenido que sustituir a la dama que durante los últimos años lo había acompañado en su espectáculo, y, sorprendido, recordó que hacía mucho tiempo no se fijaba en el cuerpo de la mujer a la que ataba a la rueda ocho funciones por semana.
La sustituta tenía unos ojos de una negrura brillante, intensa; su figura, como una fresca espiga de trigo, resaltaba sobre el fondo de la rueda del azar llena de estrellas plateadas que giraba enloquecidamente regando en el auditorio exclamaciones entre admirativas y aterrorizadas. Una muchacha como aquella no se fijaría en un tipo gastado como él, pensaba el lanzador de cuchillos, y no dejaba de pensarlo mientras se sentía atravesado por aquella mirada. Lo miraba de una manera rara que no podía descifrar si era de burla, emoción o éxtasis. Mientras, el público chillaba. Veintitrés cuchillos iban a siluetear el bellísimo cuerpo. El hombre hizo gala de su rutina consciente de que su corazón se volvía torpe. Los aplausos eran atronadores y cada lanzamiento echaba más leña a los ojos de juego de la sustituta, que sonreía. ¿Era sarcasmo o admiración lo que se agitaba en aquellos labios? Incapaz de desentrañarlo, con dificultad llegó el último lanzamiento, y cayó.
Entre nieblas vio la roja firma del destino en aquel pecho maravilloso que nunca podría acariciar. Ella murió en el acto; él demoró unos minutos en alcanzarla, atormentado por la idea de cómo iba a pedir perdón y a declararle su amor.

Rosa Elvira Peláez