viernes, 27 de diciembre de 2024

Las alas

Tres veces soñó que le ponían alas; se propuso no soñar como niño o como beata, y se fue, dormido, sin alas.

Ana María Mopty de Kiorcheff

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viernes, 20 de diciembre de 2024

El parásito

 No era un fibroma, ni un tumor, ni un folículo infectado, sino un mellizo marchito enquistado en su espalda como un inquilino perpetuo y satisfecho. Quizá nunca debí decirle lo que era y dejar que pensara que se trataba de un bulto de grasa cualquiera, pero aquel hombre me pareció inteligente  y no dudé en mostrarle aquella miniatura atrofiada de sí mismo. Algunos pacientes no están preparados para saber lo que tienen y para contemplar sin prejuicios el infinito paisaje de las patologías humanas. Como aquel hombre que sostenía desconsolado a su gemelo nonato y que incluso le cortó el pelo y las uñas diminutas hasta encontrarle un pálido destello, un reflejo remoto, un melancólico parecido. Soy un científico, ¿cómo podía saber si sentía o si soñaba? Dos días después de la operación falleció por cusas desconocidas. El parásito le sobrevivió un día más.

Fernando Iwasaki

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sábado, 14 de diciembre de 2024

La Jirafa

Al darse cuenta de que había puesto demasiado alto los frutos de un árbol predilecto, Dios no tuvo más remedio que alargar el cuello de la jirafa.

Cuadrúpedos de cabeza volátil, las jirafas quisieron ir por encima de su realidad corporal y entraron resueltamente al reino de los desproporcionados. Hubo que resolver para ellas algunos problemas biológicos que más parecen ingeniería y de mecánica: un circuito nervioso de doce metros de largo; una sangre que se eleva contra la ley de la gravedad, mediante un  corazón que funciona como bomba de pozo profundo; y todavía, a esas alturas, una lengua eréctil que va más arriba, sobrepasando con veinte centímetros el alcance de los belfos para roer los pimpollos como una lima de acero.

Con todos sus derroches de técnica, que complican extraordinariamente su galope y sus amores. La jirafa representa mejor que nadie los devaneos del espíritu: busca en las alturas lo que otros encuentran a ras del suelo.

Pero como finalmente tiene que inclinarse de vez en cuando para beber el agua común, se ve obligada a desarrollar su acrobacia al revés. Y se pone entonces al nivel de los burros

Juan José Arreola

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viernes, 6 de diciembre de 2024

La tela de Penélope o quién engaña a quién

Hace muchos años vivía en Grecia un hombre llamado Ulises (quien a pesar de ser bastante sabio era muy astuto), casado con Penélope, mujer bella y singularmente dotada cuyo único defecto era su desmedida afición a tejer, costumbre gracias a la cual pudo pasar sola largas temporadas.

Dice la leyenda que en cada ocasión en que Ulises con su astucia observaba que a pesar de sus prohibiciones ella se disponía una vez más a iniciar uno de sus interminables tejidos, se le podía ver por las noches preparando a urtadillas sus botas y una buena barca, hasta que sin decirle nada se iba a recorrer el mundo y a buscarse a sí mismo.

De esta manera ella conseguía mantenerlo alejado mientras coqueteaba con sus pretendientes, haciéndoles creer que tejía mientras viajaba y no que Ulises viajaba mientras ella tejía, como pudo haber imaginado Homero, que, como se sabe, a veces dormía y no se daba cuenta de nada.

Augusto Monterroso

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sábado, 30 de noviembre de 2024

Sin título

-Lo sé –decía el escritor honrado-. He escrito la mitad de lo que quería escribir y publicado el doble de lo que debí publicar.

Marco Denevi

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domingo, 24 de noviembre de 2024

Mi hermano

Nunca le perdoné a mi hermano gemelo que me abandonara durante siete minutos en la barriga de mamá, y me dejara allí, solo, aterrorizado en la oscuridad, flotando como un astronauta en aquel líquido viscoso, y oyendo al otro lado cómo a él se lo comían a besos. Fueron los siete minutos más largos de mi vida, y los que a la postre determinarían que mi hermano fuera el promogénito y el favorito de mamá.

Desde entonces salía antes que Pablo de todos los sitios: de la habitación, de casa, del colegio, de misa, del cine... aunque ello me costara el final de la película. Un día me distraje y mi hermano salió antes que yo a la  calle, y mientras me  miraba con aquella sonrisa adorable, un coche se lo llevó por delante. Recuerdo que mi madre, al oír el golpe, salió de la casa y pasó ante mí corriendo y gritando mi nombre, con los brazos extendidos hacia el cadáver de mi hermano. Yo nunca la saqué de su error.

Rafael Novoa

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domingo, 17 de noviembre de 2024

Los monos

Wolfgang Kohler perdió cinco años en Tetuán tratando de hacer pensar a un chimpancé. Le propuso como buen alemán, toda una serie de trampas mentales. Lo obligó a encontrar la salida de complicados laberintos; lo hizo alcanzar difíciles golosinas, valiéndose de escaleras, puertas, perchas y bastones. Después de semejante entrenamiento, Mono llega a ser el simio más inteligente del mundo; pero fiel a su especie distrajo todos los ocios del psicólogo y obtuvo sus raciones sin transporte el umbral de la conciencia. Le ofrecieron la libertad, pero prefirió quedarse en la jaula.

Ya muchos milenios antes (¿cuántos?), los monos decidieron acerca de su destino oponiéndose a la tentación de ser hombres. No cayeron en la empresa nacional y siguen todavía en el paraíso: caricaturales, obscenos y libres a su manera. Los vemos ahora en el zoológico, como un espejo depresivo: nos miran con sarcasmo y con pena, porque seguimos observando su conducta animal.

Atados a una dependencia invisible, danzamos al son que nos tocan, como el mono de organillo. Buscamos sin hallar las salidas del laberinto en que caímos, y la razón fracasa en la captura de inalcanzables frutas metafísicas.

La dilatada entrevista de Mono y Wolfgang Kohler ha cancelado para siempre toda esperanza, y acabó en otra despedida melancólica que suena a fracaso.

(El homo sapiens fue a la universidad alemana para redactar el célebre tratado sobre la inteligencia de los antropoides, que le dio fama y fortuna, mientras Mono se quedaba para siempre en Tetuán, gozando una pensión vitalicia de frutas al alcance de su mano).

Juan José Arreola

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domingo, 10 de noviembre de 2024

Naufragio

Después de pasar toda la noche braceando en las frías aguas del Atlántico, llegó exhausto a la orilla justo cuando empezaban a clarear las primeras luces de la mañana, Exhausto, se arrojó sobre la arena y, palpando tierra seca, se echó a llorar de rabia y alegría: sabía que estaba salvo. Cuando se giró para maldecir a ese desaprensivo océano que había tratado de acabar con su vida, vio que allí no había agua sino un inhóspito e interminable desierto. ¡Un desierto! El náufrago se echó a llorar de nuvo. Pero de repente vislumbró a lo lejos un reluciente oasis. Venciendo el cansancio, empezó a correr en dirección hacia el oasis. El suelo, duro y agreste, lastimaba sus pies desnudos. Loco de emoción –el objetivo estaba cada vez más cerca-, el náufrago recobró la creencia de que la felicidad es posible. Aquel pensamiento no duró demasiado, porque a pocos metros de alcanzar el oasis el desierto se cubrió nuevamente con las frías aguas del Atlántico, Su vida volvía a correr peligro.

Tuvo que sacar fuerzas de flaqueza para bracear por segunda vez hasta ganar la orilla. Afortunadamente, en esta ocasión las olas jugaban a su favor. Y también por segunda vez alcanzó la arena, tumbándose sobre ella, más exhausto aún si cabe, ahora con más rabia que alegría, prometiéndose no abrir los ojos bajo ningún concepto. Y en esa posición hubiera estado el día entero de no ser porque su mujer entró en la habitación, vistiendo una raída bata de color fucsia, los rulos en la cabeza y los brazos en jarras, para preguntarle, airada, si tenía pensado quedarse toda la mañana del domingo en la cama, o si por el contrario iba a levantarse de una vez para ayudarle en las tareas domésticas.

El hombre, incapaz de seguir escuchando la voz agreste de su malhumorada esposa, por la que ya no sentía sino hastío, se tapó los oídos y hundió el rostro en la vivificante arena.

Francisco Rodríguez Criado.

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lunes, 4 de noviembre de 2024

La sirena inconforme

Usó todas sus voces, todos sus registros; en cierta forma se extralimitó: quedó afónica quién sabe por cuánto tiempo. Las otras pronto se dieron cuenta de que era poco lo que podían hacer, de que el aburridor y astuto Ulises había empleado una vez más su ingenio, y con cierto alivio se resignaron a dejarlo pasar.

Ésta no; ésta luchó hasta el fin, incluso después de que aquel hombre tan amado y deseado desapareció definitivamente. Pero el tiempo es terco y pasa y todo vuelve. Al regreso del héroe, cuando sus compañeras, aleccionadas por la experiencia, ni siquiera tratan de repetir sus vanas insinuaciones, sumisa, con la voz apagada, y persuadida de la inutilidad de su intento, sigue cantando.

Por su parte, más seguro de sí mismo, como quien había viajado tanto, esta vez Ulises se detuvo, desembarcó, le estrechó la mano, escuchó el canto solitario durante un tiempo según él más o menos discreto, y cuando lo consideró oportuno la poseyó ingeniosamente; poco después, de acuerdo con su costumbre, huyó.

De esta unión nació el fabuloso Hygrós, o sea El Húmedo’ en nuestro seco español. Posteriormente proclamado patrón de las vírgenes solitarias, las pálidas prostitutas que las compañías navieras contratan para entretener a los pasajeros tímidos que en las noches deambulan por las cubiertas de sus vastos trasatlánticos, los pobres, los ricos, y otras causas perdidas.

Augusto Monterroso

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miércoles, 30 de octubre de 2024

Un mecenas

La hermosa y sensual señora se acostaba con los jóvenes escritores nacionales para mejorar la calidad de la nueva literatura erótica mexicana.

José de la Colina

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miércoles, 23 de octubre de 2024

La caída (Alegoría chilena)

No se mueve ni una sola hoja sin que yo lo sepa, decía habitualmente. Un día, mecida por el fuerte viento que soplaba en el país, cayó suavemente desde el árbol una hojita que parecía insignificante hacia una tierra que la esperaba desde hacía largo tiempo. Entonces, y sólo entonces, el calló para siempre.

Manuel Pastrana Lozano

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jueves, 17 de octubre de 2024

Aves acuáticas

Por el agua y en la orilla, las aves acuáticas pasean; mujeres tontas que llevan con arrogancia unos ridículos atavíos. Aquí todos pertenecen al gran mundo, con zancos o sin ellos, y todos llevan guantes en las patas.

El pato golondrino, el cucharón y el tepalcate lucen en las plumas un esplendor de bisutería. El rojo escarlata, el azul turquesa, el armiño y el oro se prodigan en juegos de tornasol. Hay quien los lleva todos juntos en la ropa y no es más que una gallareta banal, un broceado corvejón que se nutre de pequeñas putrefacciones y que traduce en gala sus pesquisas de aficionado al pantano.

Pueblo multicolor y palabrero donde todos graznan y nadie se entiende. He visto al gran pelicano disputando con el ansarón una brizna de paja. He oído a las gansas discutir interminablemente acerca de nada, mientras los huevos ruedan sobre el suelo y se pudren bajo el sol, sin que nadie se tome el trabajo de empollarlos. Hembras y machos vienen y van por el salón, apostando a quién lo cruza con más contoneo. Interminables a más no poder, ignoran la realidad del agua en que viven.

Los cisnes atraviesan el estanque con vulgaridad fastuosa de frases hechas, aludiendo a nocturno y a plenilunio bajo el sol del mediodía. Y el cuello metafórico va repitiendo siempre el mismo plástico estribillo… Por lo menos hay uno negro que se distingue; flota garete junto a la orilla, llevando en una cesta de plumas la serpiente de su cuello dormido.

Entre toda esta gente, salvemos a la garza, que nos acostumbra a la idea de que sólo sumerge en el lodo una pata, alzada con esfuerzo de palafito ejemplar. Y que a veces se arrebuja y duerme bajo el abrigo de sus plumas ligeras, pintadas una a una por el japonés minucioso y amante de los detalles. A la garza que no cae en la tentación del cielo inferior, donde le espera un lecho de arcilla y podredumbre.

Juan José Arreola

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viernes, 11 de octubre de 2024

Cobarde

Durante una década su día a día consistió en torturar a presos políticos, sospechosos de terrorismo y contrarios al régimen para el cual él trabajaba. Le apodaban El Arcángel” y tenía entonces el grado de capitán. Cuando cayó la dictadura, se retiró como teniente coronel, pero nunca se logró precisar su culpa; tampoco la cantidad de sus víctimas, ni los nombres de los muertos que dejó tirados en los calabozos y zanjas. Las mujeres que violó en sucias barracas y los hombres a quienes sacó uñas y ojos quedaron borrados en expedientes judiciales que nunca se desempolvaron.

En 1992 el torturador se fue a vivir a un pueblo perdido del norte del país, donde cobraba mes a mes su pensión en el único cajero instalado a la vera de una estación de combustible. Un día extravió su tarjeta del cajero automático y debió acudir hasta la ventanilla del banco, de la ciudad más próxima, para solicitar una nueva. El empleado que trabajaba sobre una silla de ruedas lo reconoció en el acto: Era El Arcángel.

Cuando lo capturaron y lo llevaron al desierto para matarlo y borrar su  nombre de la faz de la tierra, fue incapaz de morir sin suplicar.

Ernesto Bustos Garrido

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domingo, 6 de octubre de 2024

Pequeños cuerpos

Los niños entraron en la casa y destrozaron las jaulas. La mujer encontró los cuerpos muertos y enloqueció. Los pájaros no regresaron.

Triunfo Arciniegas

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lunes, 30 de septiembre de 2024

La rana que querría  ser una rana auténtica

Había una vez una fana que quería ser una rana auténtica, y todos lo días se esforzaba en ello.

Al principio se compró  un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla  y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó  de esto y guardó el espejo en un baúl.

Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando  no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban  y reconocían que era una rana auténtica.

Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía  que todos la aplaudían.

Y así siguió haciendo esfuerzas hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo.

Augusto Monterroso

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sábado, 21 de septiembre de 2024

Las focas

Difícilmente erguida en su blancura musculosa, una levanta el puro torso desnudo. Otra reposa al sol en odre lleno de agua pesada. Las demás circulan por el estanque, apareciendo y desapareciendo, rodando en el oleaje que sus evoluciones promueven.

He visto el quehacer incesante de las focas. He oído sus gritos de júbilo, sus risotadas procaces, sus falsos llamados de náufrago. Una gota de agua me salpica la boca.

Veloces lanzaderas, las focas tejen y destejen la tela interminable de sus juegos eróticos. Se abrazan sin brazos y resbalan de una en otra improvisando sus rondas ad líbitum. Baten el agua con duras palmadas, se aplauden ellas mismas en ovaciones viscosas. La alberca parece de gelatina. El agua está llena de labios y de lenguas y las focas entran y salen relamiéndose.

Como la gota microscópica, las focas se deslizan por las frescas entrañas del agua virgen con movimiento flagelo de zoospermos, y las mujeres y los niños miran inocentes la pantomima genética.

Perros mutilados, palomas desaladas. Pesados lingotes de goma que nadan y galopan con difíciles ambulacros. Meros objetos sexuales. Microbios gigantescos. Criaturas de vida infusa en un barro de forma primaria, con probabilidades de pez, de reptil, de ave y de cuadrúpedo. En todo caso, las focas me parecieron grises y manoseados jabones de olor intenso y repulsivo.

¿pero qué decir de las hembras amaestradas, de las focas de circo que sostienen una esfera de cristal en la punta de la nariz, que dan saltos de caballo sobre el tablero de ajedrez, o que soplan por una hilera de flautas los primeros compases de la Pasión según San Mateo?

Juan José Arreola

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domingo, 15 de septiembre de 2024

La mosca que soñaba ser un águila

Había una vez una mosca que todas las noches soñaba que era n Águila y que se encontraba volando por los Alpes y por los Andes.

En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad; pero pasado un tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba las alas demasiado grandes, el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impedía posarse a gusto sobre los ricos pasteles o sobre la inmundicia humana, así como sufrir a conciencia dándose topes contra los vidrios del cuarto.

En realidad, no quería andar en las grandes alturas o en los espacios libres, ni mucho menos.

Pro cuando volvía en sí, lamentaba con toda el alma no ser un águila para remontar montañas. Y se sentía tristísima de ser una mosca, por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tatas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volvía aponer las sienes en la almohada.

Augusto Monterroso

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martes, 10 de septiembre de 2024

Euclideana

En una ciudad actual la distancia más corta entre dos untos no es la recta: es el zigzag que nos evita los semáforos.

René Avilés Fabila

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lunes, 2 de septiembre de 2024

Ocuparse

“Ocúpate de la política, si no quieres que la política se ocupe de ti”, me dijo. Me afilió a su partido y me llevó a hacer número en sus metings. Ganó las elecciones y se volvió difícil de encontrar. Firmó un decreto por el cual la fábrica en que yo trabajaba cerró sus puertas. Me echaron del zulo que alquilaba por falta de pago. Él tuvo más suerte y se compró una casa espaciosa junto al mar, rodeada de una muralla muy alta. Muy alta pero no tato como para impedirle a uno treparse si se provee de una buena escalera.

Lo tengo n la mira

Fabián Vique

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martes, 27 de agosto de 2024

Cérvidos

Fuera del espacio y del tiempo, los ciervos discurren con veloz lentitud y nadie sabe dónde se ubican mejor, si en la inmovilidad o en el movimiento que ellos cambian den tal modo que nos vemos obligados a situarlos en lo eterno.

Inertes o dinámicos, modifican continuamente el ámbito natural y perfeccionan nuestras ideas acerca del tiempo, el espacio y la translación de los móviles. Hechos a propósito para solventar la antigua paradoja, son a un tiempo Aquiles y la tortuga, el arco y la flecha: corren sin alcanzarse, se paran y algo queda siempre de ellos galopando.

El ciervo, que no puede estarse quieto, avanza como una aparición, ya sea entre los árboles reales o desde un boscaje de leyenda: Venado de san Huberto que lleva una cruz entre los cuernos o cierva que amamanta a Genoveva de  Brabante. Donde quiera que se encuentre, el macho y la hembra componen la misma pareja fabulosa.

Pieza venatoria por excelencia, todos tenemos la intención de cobrarla, aunque sea con la mirada. Y si Juan de Yepes nos dice que fue tan alto que le dio a la caza alcance, no se está refiriendo a la paloma terrenal sino al ciervo profundo, inalcanzable y volador.

Juan José Arreola

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martes, 20 de agosto de 2024

Lotiforme

Mi diccionario y yo estamos enamorados. Mi amores razonable, pero el suyo es brutal y arbitrario. A cualquier hora abre sus piernas y me obliga a sacarle la palabra. A veces las palabras son preciosas y yo compongo poemas ligeros y dulces. Pero a veces usa términos absurdos, y me veo obligado a decir frases como '¿lotiforme?, no se puede hacer nada con esa palabra, '¿qué pretendes de mí, no soy mago'. Entonces llora y se desdibuja, y las palabras empiezan a escurrírsele, a chorrear por las patas de la mesa. En ese momento debo acariciarlo y escribir cualquier cosa, y todo vuelve a la normalidad.

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miércoles, 14 de agosto de 2024

Cien

Al despertar, Augusto Monterroso se había convertido en un dinosaurio.

-Te noto mala cara -le dijo Gregorio Samsa, que también estaba en la cocina.

José María Merino

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jueves, 8 de agosto de 2024

La poesía ya no conmueve

Para seducir a la chica tu-pupila-es-azul, quiso escribir los versos más tristes esa noche. Pero no pudo, tenía demasiada confianza en si mismo, estaba contento, una estúpida sonrisa chirreaba de su boca y de su pluma. Le salió un versículo patético, ridículamente esdrújulo, que la chica, por fortuna, ni siquiera llegó a leer porque esa noche salió con un economista.

Fabian Vique

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viernes, 2 de agosto de 2024

La boa

La proposición de la boa es tan irracional que seduce inmediatamente al conejo, antes de que pueda dar su consentimiento. Apenas si hace falta un masaje previo y una lubricación de saliva superficial.

La absorción se inicia fácilmente y el conejo se entrega en una asfixia sin pataleo. Desaparecen la cabeza y las patas delanteras. Pero a medio bocado sobrevienen las angustias de un taponamiento definitivo, En ayuda de la boa transcurren los últimos instantes de vida del conejo, que avanza y desaparece propulsado en el túnel costillar por cada vez más tenues estertores.

La boa se da cuenta entonces de que asumió un paquete de graves responsabilidades, y empieza la pelea digestiva, la verdadera lucha contra el conejo. Lo ataca desde la periferia al centro, con abundantes secreciones de jugo gástrico, embalsamándolo en capas sucesivas. Pelo, piel, tejidos y vísceras son cuidadosamente tratados y disueltos en el acarreo del estómago. El esqueleto se somete por último por un proceso de quebrantamiento y trituración, a base de contracciones y golpeteos laterales.

Después de varias semanas, la boa victoriosa, que ha sobrevivido a una larga serie de intoxicaciones, abandona los últimos recuerdos del conejo bajo la forma de pequeñas astillas de huso laboriosamente pulimentadas.

Juan José Arreola

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viernes, 26 de julio de 2024

 El vigor de la mirada

De tanto mirarme el ombligo me salió un ojo que me mira. Ahora que somos dos no pueden acusarme de egocentrismo.

Fabian Vique

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sábado, 20 de julio de 2024

Sin título

La empatía entre los cuerpos lleva a una inercia de imitación: cuando salíamos apresurados del hotel, a media tarde, traías uno de mis aretes puesto.

Carmen Leñero

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domingo, 14 de julio de 2024

Urgencias

La sirena de la ambulancia zumba todavía en mis oídos mientras me suben a una camilla, me inyectan un líquido rosa y la gente corre a mi alrededor, como si uno tuviera prisa. La primera vez que me trajeron de urgencia viví con nerviosismo el estreno de la coreografía de mi muerte, pero ahora que hemos llegado a la quinta función he desarrollado algo así como una indolencia escénica. La inyección del líquido rosa es para recuperar el tono cardíaco, el suero que me han metido por vena lleva un analgésico, la mascarilla que me han puesto tiene finalidad de dormirme y el gel que me untan en el pecho quiere decir que van a operar. Después vendrá lo peor: despertar poco a poco, recordar los nombres de quienes vengan a verme, acptar los escombros de mi cuerpo y despedirme de tanta gente que no veía en años. Sobrevivir supone un mínimo de ilusión. Una ilusión que ya no tengo. Estoy tan a gusto aquí que no pienso luchar. La muerte es blanca.

Fernando Iwasaki

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lunes, 8 de julio de 2024

Camélidos

El pelo de la llama es de impalpable suavidad, pero sus tenues quedejas están cinceladas por el duro viento de las montañas, donde ellas se pasean con arrogancia, levantando el cuello esbelto para que sus ojos se llenen de lejanía, para que su fina nariz absorba todavía más alto la destilación suprema del aire enrarecido.

Al nivel del mar, apegado a una superficie ardorosa, el camello parece una pequeña góndola de asbesto que rema lentamente y a cuatro patas el oleaje de la arena, mientras el lento desértico golpea el macizo velamen de sus jorobas.

Para el que tiene sed, el camello guarda en sus entrañas rocosas la última veta de humedad; para solitario; la llama afelpada, redonda y femenina finge los andares y la gracia de una mujer ilusoria.

Juan José Arreola

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martes, 2 de julio de 2024

La honda de David

Había una vez un niño llamado David N., cuya puntería y habilidad en el manejo de la resortera despertaba tanta envidia y admiración en sus amigos de la vecindad y de la escuela, que veían en él –y así lo comentaban entre ellos cuando sus padres no podían escucharlos- un nuevo David.

Pasó el tiempo.

Cansado del tedioso tiro al blanco que practicaba disparando sus guijarros  contra latas vacías o pedazos de botella, David descubrió que era mucho más divertido ejercer contra los pájaros la habilidad con que Dios lo había dotado, de modo que de ahí en adelante la emprendió con todos los que se ponían a su alcance en especial contra Pardillos, Alondras, Ruiseñores y Jilgueros, cuyos cuerpos sangrantes caían suavemente sobre la hierba, con el corazón agitado aún por el susto y la violencia de la pedrada.

David corría jubiloso hacia ellos y los enterraba cristianamente.

Cuando los padres de David se enteraron de esta costumbre de su buen hijo se alarmaron mucho, le dijeron que qué era aquello, y afearon su conducta en términos tan ásperos y convincentes que, con lágrimas en los ojos, él reconoció su culpa, se arrepintió sincero y durante mucho tiempo se aplicó a disparar exclusivamente sobre los otros niños.

Dedicado años después a la milicia, en la Segunda Guerra Mundial David fue ascendió a general y condecorado con las cruces más altas por matar él solo a treinta y seis hombres, y más tarde degradado y fusilado por dejar escapar con vida una paloma mensajera del enemigo.

Augusto Monterroso

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martes, 25 de junio de 2024

Equívoco

Era ciego y caminaba por la calle Florida con su bastón blanco, apoyado en el brazo de una robusta criada, pero no era Borges.

David Lagmanocich

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jueves, 20 de junio de 2024

Imaginación y destino

En la calurosa tarde de verano un hombre descansa acostado, viendo el cielo, bajo un árbol; una manzana cae sobre su cabeza, tiene imaginación, se va a su casa y escribe la Oda a Eva.

Augusto Monterroso

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viernes, 14 de junio de 2024

Felinos

El que sacó de la leonera el guante de Doña Juana; Don Quijote que mantiene a raya dos fieras con pura grandeza de lm; Androcles sereno y sin retórica (el león ya no se acordaba de la espina); los mártires cristianos que se metieron por la fuerza en las fauces hambrientas, y el Vizconde de los Asilos que estropeó un espectáculo circense al poner un sándwich en la boca del rey de la selva sin látigo y sin silla plegadiza, han hecho del oficio de domador uno de los más desprestigiados en nuestros días.

En realidad el león sobrelleva a duras penas la terrible majestad de su aspecto: el cuerpo del edificio no corresponde a la fachada y es como su alma, bastante perruno y desmedrado. Sigue siendo un carnívoro gracias a ciertos súbditos que realizan para él el oficio de verdugos. El león se presenta intempestivamente en los banquetes salvajes y a base de prestancia pone en fuga a los comensales. Luego devora solitario y lleno de remordimientos los restos de una presa que nunca captura personalmente. Si de ellos dependiera, todos los leones que ambulan por la selva estarían ya enjaulados, triturando fémures y costillares de caballo tras los innecesarios barrotes. En fin de cuentas nunca son tan felices como al verse hechos de mármol y de bronce o estampados por lo menos en los alarmantes carteles de circo.

La falta de melena hace que muchos felinos se busquen por sí mismos el sustento. De allí la innegable superioridad de tigres, panteras y leopardos, que a veces logran forjarse una leyenda atacando piezas de ganado mayor después de poner en fuga cobarde a los guardianes.

Si no domesticamos a todos los felinos fue exclusivamente por razones de tamaño, utilidad y costo de mantenimiento. Nos hemos conformado con el gato, que come poco y que de vez en cuando se acuerda de su origen y nos da un leve arañazo. Sólo algunos príncipes orientales pueden darse el lujo de poseer felinos en formato mayor, que ronronean como una locomotora, que son muy útiles como perros de caza, que devoran ellos solos la mitad del presupuesto palaciego y que si llegan a distraerse y arañan, son capaces de mondar a cualquier esqueleto de toda carne superflua.

Juan José Arreola

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viernes, 7 de junio de 2024

Humorismo

El humorismo es el realismo llevado a sus últimas consecuencias. Excepto mucha literatura humorística, todo lo que hace el hombre es risible o humorístico.

En las guerras deja de serlo porque durante éstas el hombre deja de serlo. Eduardo Torres: El hombre no se conforma con ser el animal más estúpido de la Creación; encima se permite el lujo de ser el único ridículo.

Augusto Monterroso

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